(Por qué consideramos culpables a personas sobre las que nada sabemos).

 

Seguro que habéis visto “Doce hombres sin piedad” de Reginald Rose. Salvo un miembro del jurado, todos coinciden en la culpabilidad del imputado, acusado de asesinar a su propio padre. Varios miembros del jurado tienen razones para mantener prejuicios en contra del imputado, como su origen social y la conflictiva relación entre un miembro del jurado y su propio hijo.

Al final, sólo uno de los “doce hombres justos”, el 3, transportista de oficio, un hombre blanco de 50 años, mantiene su voto de “culpable” Su odio hacia el acusado se explica en la obra porque proyecta en él la pésima relación que él mismo tiene con su hijo.

Es un claro caso de proyección de culpa; el dolor que él siente por su mala relación con el hijo le hace ver culpable a cualquier muchacho que tenga una mala relación con el padre. Desea que en la sociedad pague todo el mundo por su dolor.

Viene a cuento porque un canal de Televisión ha montado un juicio paralelo a un antiguo guardia civil por las declaraciones de la hija de una folclórica, que le acusa de malos tratos. Sin pruebas, sólo con escenificación del dolor, han logrado retener delante de la Caja Tonta a 3.7 millones de personas. Lamentable, pero es la pobre cultura del país y nada más se puede esperar. Convertir un reality show en un juicio y condenar públicamente a alguien a quien los jueces no llegaron ni a juzgar por falta de pruebas, debería ser suficiente para que a esa cadena se le revocara la licencia de emisión inmediatamente. Pero lo más terrible, es que varias políticas y una ministra han condenado al hombre sin una prueba y han difundido el hastag #Yositecreo que en el caso de una tal Juana Rivas acabó ridiculizado ante las sentencias de los jueces, que la consideraron culpable.

¿Qué hacer con esas políticas que desde cargos públicos caen en la ignominia? En un país civilizado, inhabilitarlas. Aquí, nada.

Lo curioso es ver a periodistas creando opinión y declarando culpable a un tipo que puede caer muy mal, no se podría negar que tengan sus razones, pero sobre el que no hay pruebas incriminatorias. Especialmente repugnante es el hecho cuando ya lo han perpetrado con otros personajes a quienes han sometido a un linchamiento público, sin que el Estado cierre la cadena y haga respetar la Presunción de Inocencia.

¿Por qué se permite que periodistas y políticos que han sido desgraciados en sus relaciones sentimentales hagan una proyección de la culpa sobre un tipo del que nada saben en realidad? Periodistas y políticos pretenden salvar su propia dignidad considerándose inocentes de lo que les ha pasado en su vida personal al identificarse con ella, la virgen santa presentada en un altar en la excretable televisión, y vierten las culpas de su fracaso personal al adjudicarle las culpas al hombre de la tele. Repiten, sin saberlo, un ritual de la Inquisición: Quemar en efigie. En sus mentes, no ponen entre las llamas al que sale en la televisión, sino a su propia expareja, que tanto dolor les ha causado. El dolor lo sufre la víctima televisiva, pero para esas almas dolientes se ha hecho justicia en su ex.

Para quienes defendemos la libertad de expresión por encima de todo, y hemos defendido a gente que podía ir a la cárcel por minucias, estos presuntos actos delictivos nos ponen muy difícil nuestra cruzada en nombre de la libertad. Es indefendible. Quién comete estas tropelías, estos presuntos delitos, no deben tener la opción de expresarse en público.

Los países serios creen en sus jueces; incluso cuando sus decisiones sean extremadamente criticables. Los países en decadencia moral, son más dados a las hordas. Un juez podría intervenir de oficio y prohibir la emisión del resto de la serie, pero no parece que vaya a pasar, porque al igual que Juvenal creó en sus sátiras la expresión “Panem et circenses” para explicar la decadencia moral (y próxima muerte del imperio romano) en Occidente estamos en tiempo de Pan y Circo, es el soma de un populacho que olvidó su derecho y obligación a participar en la organización del Estado. Occidente parece dispuesta a dar entretenimiento a la más baja estofa para que el populacho descargue los cinco minutos de odio de Orwell.

Quién le iba a decir a Reginald Rose que su obra seguiría siendo válida por los siglos de los siglos y que había descrito de forma tan magistral el alma humana.

 

P.S.: Tras las muchas lecturas del artículo en sus primeras horas me han llegado aportaciones valiosas, una de las cuales, de Fernando Alonso Barahona, recojo. Películas que estudian la proyección de culpa: El cebo, El manantial, El estrangulador de Boston o Brigada 21, entre otras.

La otra apreciación, que ha venido por dos fuentes:

La proyección negativa es un mecanismo de defensa por el que el sujeto atribuye a otras personas sus defectos o carencias y opera en situaciones de conflicto emocional atribuyendo a otras personas u objetos los sentimientos que resultan inaceptables para el sujeto y generan angustia. Se suele usar el término como sinónimo del concepto de transferencia; forma de la proyección en la que los deseos inconscientes de una situación pasada se reactivan y transfieren a una persona o situación. Así pues, si tu marido te ha tratado mal, estás dispuesta a creer que los demás tratan mal.