Francisco Nieva en La Razón

Las pequeñas editoriales me admiran, me conmueven. Quienes las fundan son siempre muy interesantes personas, lectores fervientes, eruditos autodidactas, bibliómanos, soñadores, entusiastas… Cuando algunas veces me he topado con un tipo así, se ha convertido en mi amigo al instante. No es fácil encontrarse con un particular que sea, en el fondo, tan brillante y que sepa de libros más que yo mismo. Al enterarme que mantienen con grandes equilibrios una pequeña editorial, me entusiasmo y me voy por los cerros de Úbeda. Les hablo de libros curiosos y antiguos con ánimo de descubrirles algo, pero ya los conocen; de géneros para especialistas o para el público más profano, y también los han tenido ya muy en cuenta. Son como una enciclopedia del editorialismo, finos sociólogos y finos estetas. Entienden de publicidad y diseño y ellos son «toda una empresa», llevan dentro un equipo de profesionales en artes gráficas. Hablar de libros y de arte con un hombre así es para mí como una fiesta.

Cuando yo me topé con el valiente y esforzado creador de Ediciones Irreverentes, Miguel Ángel de Rus, me dije por dentro: «Este es mi hermano, este sueña, divaga, se emociona y se exalta como yo». Aunque no fuera el suyo, el mejor amigo que pudiera tener un escritor es un editor, lo mismo si es uno que comienza o es el dueño de un imperio. Ayudarle siempre le ayudará, aunque sea con sólo media hora de íntima conversación. Esto me ocurría con Jacobo Siruela. Lástima que mis trabajos en la escena me alejaran de él. Pero otros aparecieron, como Ernesto Santaolalla (Editorial Ikusager), de Vitoria, que había redescubierto al más insigne, pero desconocido, ilustrador español, el cual le había dado un giro estilístico a la ilustración gráfica en el mundo, desde la americana, sobre piratas o sobre la gesta del Oeste: Daniel Urrabieta Vierge. «El padre de la ilustración moderna» le llamó Víctor Hugo. No hay como encontrarse con pequeñas editoriales para calibrar el regalo espléndido que ellas suponen para la cultura.

 

Francisco Nieva