Quizá hubiera sido mejor hablar, dialogar, intentar llegar a algún acuerdo. Somos seres civilizados, hubiéramos podido solucionarlo de un modo menos traumático, más agradable para ambas partes. –Dijo tras mucho meditarlo.

El presidente le escuchó en silencio, con su habitual gesto imperturbable. Ambos miraron al frente, la ciudad derruida, los cadáveres esparcidos por las calles, la sangre en el suelo, el ejército apostado tras las esquinas.

–Dios quiso que tuvieran petróleo. –Respondió ecuánime, por fin, el Presidente. –Nosotros lo necesitamos más que ellos. No soy nadie para juzgar las decisiones de Dios.

Se sintió incapaz de responderle. Qué lección de humildad le había dado, pensó.

A la sombra del edificio del Congreso, quedaron en silencio, oyendo algún disparo lejano, sintiéndose una parte insignificante de la Historia.

Si desea comprar cualquier libro de Miguel Ángel de Rus lo tiene AQUÍ